Como hemos visto en otras publicaciones, si hay algo que nos caracteriza a los seres humanos es la comunicación. Tenemos la capacidad de poder transmitir información y expresar nuestros pensamientos y nuestras emociones.
Sin embargo, aunque parece un fenómeno sencillo, la comunicación engloba numerosos factores que se pueden aprender y practicar para conseguir tener una comunicación efectiva.
Como ya sabéis, existen diferentes estilos de comunicación: agresivo, pasivo y asertivo. Recordad que el mensaje que emitimos es muy importante, pero también lo es la forma en la que lo hacemos.
En nuestro día a día se generan asiduamente conflictos interpersonales relacionados con la comunicación. Además, se ha observado que, a lo largo de estos días de confinamiento como prevención de la pandemia de Coronavirus (COVID-19) en España, son más frecuentes las dificultades en la convivencia, donde la comunicación es también un factor clave.
Por ello, hoy abordaremos uno de los pilares fundamentales de la comunicación asertiva: la escucha activa.
¿QUÉ ES LA ESCUCHA ACTIVA?
La escucha activa es la capacidad de saber escuchar y entender la comunicación desde el punto de vista de la persona que habla o emite el mensaje (es decir, del emisor).
Por lo tanto, esta habilidad implica un alto grado de implicación en la conversación, ya que es fundamental participar de forma activa en ésta y mostrar un nivel de atención elevado. No sólo es necesario centrarse en lo que se dice, sino también en cómo se expresa.
Intentad reflexionar sobre vuestra calidad de escucha. ¿Escuchamos a los demás? ¿Nos gusta que nos escuchen cuando contamos una anécdota o expresamos nuestros proyectos o inquietudes? ¿Escuchamos a nuestros/as hijos/as, parejas, amigos/as? ¿Y a nuestros compañeros/as de trabajo, colaboradores/as, clientes/as o jefes/as? ¿Cómo nos sentimos al ver que somos escuchados/as?
LA ESCUCHA ACTIVA: LA PIEZA FUNDAMENTAL
La escucha activa es una herramienta base para crear un vínculo o conexión con otra persona. Al poner atención en la persona que nos habla, le hacemos consciente de que le estamos escuchando y que sus palabras nos resultan interesantes.
Esto permite que la persona pueda expresarse con mayor libertad y exprese lo que piensa o siente. Es decir, la escucha activa permite potenciar y mostrar un nivel de empatía durante la conversación, por lo que eso nos permite acercarnos emocionalmente a los/as demás.
Por lo tanto, seremos capaces de generar un clima de confianza y cercanía. Carl Rogers, psicólogo estadounidense, estableció tres formas de escuchar de forma activa:
- Encontrar el significado real de lo que se escucha.
- Responder a los sentimientos, no sólo al texto.
- Hacer algo más que escuchar.
Por tanto, el entrenamiento de la escucha activa puede mejorar nuestra competencia en la comunicación interpersonal y nuestras habilidades sociales.
TIPS PARA ENTRENAR TU ESCUCHA ACTIVA
Al igual que la asertividad y el resto de conductas, la escucha activa también se puede entrenar y aprender. De la misma forma, las características de la escucha activa tienen componentes cognitivos (pensamiento), afectivos o emocionales y, por supuesto, conductuales (comportamiento).
Clasificaremos las siguientes pautas en función de las señales de comunicación verbal y no verbal, con el objetivo de facilitar el entrenamiento y que, así, puedas adaptar tu estilo comunicativo para una mejor comprensión de tu interlocutor/a.
Es necesario señalar que una de estas características por sí sola no lograría una escucha activa, sino que sería necesario el entrenamiento en conjunto.
Señales no verbales:
– Contacto visual: muestra a la otra persona que se está prestando atención plena a lo que dice, ya que estamos focalizados/as en su conversación.
– Postura corporal receptiva: es positivo que la persona que escucha activamente se posicione en la dirección de su interlocutor/a, inclinándose ligeramente hacia adelante.
– Expresión facial congruente: gestos o muecas acordes con la carga emocional del mensaje que se transmite son un signo claro de empatía.
Señales verbales:
– Parafrasear: expresar con tus propias palabras lo que el/la hablante comunica. Por ejemplo: “entonces, te sentiste decepcionada/o, ¿no?” Esto hace más probable que la persona amplíe información sobre eso o dé más detalles.
– Reforzar positivamente: emitir verbalizaciones que transmitan nuestro interés o ganas por seguir escuchando. Esto animará al orador/a a seguir hablando. Por ejemplo: “¡Qué interesante!”, “¡Debes ser muy buena dibujando!”, etc. Es importante no usar este tipo de frases en exceso, ya que pueden distraer al emisor e, incluso, resultar artificiales.
– Resumir: las personas que dominan la escucha activa suelen hacer breves resúmenes de forma periódica sobre lo que se le acaba de comunicar. Esto permite dejar claro que comprendes y entiendes el punto de vista de la otra persona, incluso antes de exponer el tuyo.
– Preguntar: para clarificar la información que has recibido y demostrar que has estado atento/a durante la conversación, puedes preguntar sobre aquellos aspectos que necesites aclarar.
– Reflejar el estado emocional y validar sus emociones: a pesar de que no se esté de acuerdo, es importante mostrar que entendemos cómo se siente la persona y aceptar esas emociones como válidas. Por tanto, intenta evitar hacer juicios que puedan provocar en el/la hablante la sensación de rechazo por tu parte.
Intenta entrenar estas indicaciones y podrás comprobar cómo tu capacidad de comunicación mejora y, por consiguiente, tus relaciones interpersonales ganarán calidad.