Todos/as hemos sentido ansiedad en algún momento de nuestra vida: ante una entrevista de trabajo, un examen, una exposición en público, etc.
Por lo tanto, la ansiedad es una respuesta natural de nuestro organismo. Como cualquier otra emoción que podamos sentir, la ansiedad es útil y adaptativa.
Entonces, ¿la ansiedad es positiva o negativa?
Normalmente, estamos acostumbrados/as a valorar las situaciones como positivas o negativas, sin tener en cuenta la función que éstas puedan tener en nuestro día a día.
Las emociones son uno de esos aspectos que se tienden a valorar de esta forma categórica: positivas/negativas o buenas/malas. Sin embargo, las emociones no son ni buenas ni malas, sino útiles y adaptativas.
Cierto es que hay ciertas emociones que nos producen sensaciones que nos gustan y otras que no resultan tan placenteras. Por ello, sí existen emociones agradables y emociones desagradables, pero todas ellas cumplen una función en nuestro organismo.
Por tanto, la ansiedad resulta ser frecuentemente una emoción desagradable cuando se experimenta, pero es muy necesaria y nos permite adaptarnos al entorno. La ansiedad implica una serie de cambios en nuestro cuerpo que nos ayudan a afrontar situaciones difíciles o exigentes y, además, nos protege de posibles peligros, permitiéndonos activarnos y reaccionar ante el estímulo a través de lucha o huida.
Por ejemplo, si al cruzar la calle de repente vemos un coche a toda velocidad, la respuesta de ansiedad nos permitirá prestar atención a esa situación y reaccionar lo más rápido posible poniéndonos a salvo.
Como se puede observar, la ansiedad no implica sólo una respuesta a nivel físico.
¿Cuáles son las dimensiones de la ansiedad?
La ansiedad presenta tres dimensiones: fisiológica, cognitiva y motora.
- Fisiológica: la activación corporal genera recursos para enfrentarnos a la situación. De este modo, es frecuente sentir taquicardia, la respiración acelerada, tensión en los músculos, etc.
- Cognitiva: está relacionada con nuestros pensamientos y nos permite concentrarnos en el peligro o amenaza, por lo que son frecuentes los pensamientos con valoración negativa sobre las situaciones.
- Motora: hace referencia a nuestras conductas que, principalmente en el caso de la ansiedad, son respuestas de escape o, incluso, de evitación.
Por lo tanto, se puede decir que la ansiedad funciona como un sistema de alerta.
¿Cuándo se convierte esta emoción en un trastorno de ansiedad?
La ansiedad comienza a generar malestar cuando se produce con demasiada frecuencia o intensidad y aparece ante estímulos que no suponen una amenaza real para nuestra integridad. Es decir, ese sistema de alerta se mantiene continuamente activado.
Por eso, las personas con trastornos de ansiedad suelen manifestar miedos y preocupaciones muy intensos y excesivos, incluso en situaciones cotidianas.
Este nivel de ansiedad tan elevado llega a interferir en el día a día, limitando la rutina y el ritmo de vida. Además, es muy frecuente que muchas personas constantemente eviten ciertos lugares o situaciones donde sienten más ansiedad, llegando esto a convertirse en una parte fundamental de su comportamiento.
Existen diferentes trastornos de ansiedad según cuál sea el foco de ésta y cómo se manifiesten los síntomas. Por ejemplo, algunos de los más frecuentes son el trastorno de pánico, las fobias específicas o el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC).
¿Se puede tratar y superar la ansiedad?
¡Sin duda alguna, por supuesto!
Desde la psicología, existen tratamientos cognitivo-conductuales o tratamiento con EMDR que han comprobado científicamente su efectividad en los trastornos de ansiedad.
Existen herramientas terapéuticas validadas que permiten dotar a las personas de los recursos necesarios para hacer frente a los síntomas de ansiedad y afrontar las exigencias que le rodean. Por lo que, el/la paciente conseguirá no sólo abordar su problema de ansiedad actual, sino también adquirir estrategias que le preparen para afrontar las posibles dificultades futuras.